
La columna vertebral está formada por vértebras (7 vértebras cervicales, 12 vértebras dorsales o torácicas, 5 vértebras lumbares, hueso sacro y cóccix). Estas vértebras pueden sufrir fracturas, fisuras o aplastamientos, que pueden ser muy dolorosos, aunque no es infrecuente encontrar fracturas antiguas, ya consolidadas, en pacientes que no han tenido constancia de ello.
Las vértebras que sufren fracturas más frecuentemente son las de la columna dorsal y lumbar, seguidas del sacro. Las fracturas de vértebras cervicales son muy poco frecuentes.
El desencadenante para que una vértebra sufra una fractura suele ser un traumatismo de mayor o menor envergadura, como una caída. Sin embargo, en pacientes de edad, con osteoporosis avanzada, o con otras enfermedades, pueden darse fracturas con traumatismos mínimos (por ejemplo, un golpe de tos), o incluso sin traumatismo.
La causa más frecuente de fractura vertebral es la osteoporosis, que, a su vez, puede tener diversas causas. Con menor frecuencia las fracturas pueden deberse a otras enfermedades metabólicas o endocrinológicas, enfermedades hematológicas como el mieloma, o bien a metástasis de tumores que se hallan en una localización distinta de la vértebra.
Las fracturas vertebrales por lo general causan un dolor muy intenso acompañado de una gran incapacidad para movilizarse. También se acompañan de pérdida de altura y curvatura de la columna vertebral (cifosis). Algunos pacientes no toleran la posición en decúbito y precisan dormir sentados. Lo contrario también puede ocurrir.
Hasta hace relativamente poco, el tratamiento que se prescribía para las fracturas vertebrales era la colocación de un corsé rígido, el reposo en cama y la administración de analgésicos y otros medicamentos. Dicho tratamiento se mantenía durante el tiempo que se estimaba necesario para que la fractura se consolidara y el dolor cesara. Sin embargo, en un gran porcentaje de pacientes, los cambios estructurales producidos por la fractura llevaban a la cronificación del dolor y a la progresión de la incapacidad y la dependencia. Estas consecuencias se veían aumentadas en pacientes con más de una fractura vertebral, con un efecto acumulativo.
Actualmente se recomienda un protocolo terapéutico consistente en analgesia potente, medicación antirresortiva de última generación (para evitar nuevas fracturas y potenciar la consolidación de la vértebra fracturada), y rehabilitación temprana. En algunos pacientes en que no se consigue aliviar el dolor con estos métodos, existen nuevas técnicas que permiten un alivio del dolor casi inmediato, como son la Vertebroplastia y la Cifoplastia. En diferentes modalidades, consisten en inyección de cemento médico en el interior de la vértebra mediante la introducción de unas cánulas a través de la piel. En los últimos años ha surgido un avance en estas técnicas que recibe el nombre de Vesselplastia, permitiendo reducir los riesgos de las técnicas mencionadas.
Para pacientes que no sean candidatos a técnicas de cementación vertebral y cuyo dolor no sea controlable con los medicamentos de que se dispone, existe la posibilidad de emplear una infusión continua de fármacos a nivel espinal, ya sea mediante una bomba de infusión externa o con una bomba totalmente implantable y programable.
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