
Los médicos definen el dolor crónico como aquél que persiste en el tiempo más de tres meses. Algunos autores prefieren hablar de seis meses. Pero en general puede decirse que el dolor crónico es aquél que persiste más allá del tiempo esperable para su curación o recuperación.
En oposición, el dolor agudo es aquél que se presenta en un corto espacio de tiempo, y tiene la utilidad de informarnos de que algo potencialmente dañino está ocurriendo en nuestro organismo. Por ejemplo, hablamos de dolor agudo ante un dolor de muelas, o un cólico nefrítico o el dolor de una fractura.
El dolor crónico, por el contrario, no cumple la función de aviso, y por lo tanto es innecesario para el organismo. La mayoría de veces, si persiste el tiempo suficiente, genera problemas importantes, como depresión, ansiedad, alteración del sueño, disminución de la capacidad para trabajar o para realizar las tareas habituales, afectación de las actividades sociales y de las actividades de ocio. Muy a menudo también afecta a los miembros de la familia de la persona que padece el dolor crónico.
Actualmente se acepta plenamente que el dolor crónico consiste una enfermedad en sí misma.
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